El viento guarda celoso en su memoria las huellas de caminos transitados, de luchas insurgentes que allí germinaron y provocaron a las nubes oscuras y formaron tempestades. Los pies cansados de tantos caminos recrean alegres tus pisadas, tus ligeras huellas en la arena o en el polvo. En la memoria del viento están los abrazos a montones, los besos clandestinos, las caricias en la piel que algún perfume impúdico nos recuerda y delata.
Los cantos de mi gente permanecen en la memoria del viento, en las cuerdas de la guitarra, en la flauta andina o en el ritmo negro del tambor y viajan a tiempos remotos donde el paraíso existía.
Nos queda el viento y su memoria, nos queda un montón de sueños todavía, nos quedan amores y caminos por andar. Nos quedan nubes de colores o simplemente un árbol frondoso para sentarnos a recordar lo que fuimos y que el viento malicioso y burlón nos llena de hojas amarillas, casi secas.
Jafeth